En el estudio del origen de la inteligencia humana, existe una perspectiva teórica desde la que se considera que la necesidad de una gran inteligencia para la supervivencia y la reproducción, estaría relacionada más con las interacciones sociales y grupales que con las presiones ecológicas. Entre las hipótesis planteadas desde este enfoque, encontramos dos que podrían considerarse complementarias y que pueden servir como muestra de esta orientación teórica: la hipótesis de la función social de la inteligencia (Humphrey) y la hipótesis de la competencia intraespecífica (De Pablo).
Que los primates poseen, tanto a nivel práctico como creativo, una inteligencia superior a las demás especies es un hecho avalado por los resultados obtenidos en una gran cantidad de estudios. Pero cuando se analizan los problemas a los que se enfrentan diariamente se observa que la gran mayoría de ellos podrían resolverse sin recurrir a esa inteligencia superior. Puesto que no es lógico que la selección natural favorezca capacidades que se van a malgastar por falta de uso, la explicación del desarrollo de estas capacidades tan sofisticadas no parece que sea simplemente la solución de problemas prácticos.
Lo que sostiene la hipótesis de la función social de la inteligencia es que la solución de los problemas sociales es la función original de las capacidades mentales de los primates, de las cuales se derivan, en términos evolutivos, todas las demás aplicaciones de la inteligencia. Según Humphrey, los primates sociales tienen que ser animales calculadores por la exigencia de la propia naturaleza del sistema que ellos mismos crean y mantienen. Tienen que ser capaces de calcular las consecuencias de sus propias acciones, la probable conducta de los otros, el balance de ventajas y pérdidas, y todo ello en una serie de situaciones ambiguas y cambiantes. Por tanto, sería el manejo de este tipo de situaciones el que requiere unas habilidades intelectuales de nivel superior.
Si bien la hipótesis de la función social ofrece una explicación plausible del desarrollo de la inteligencia en los primates, no profundiza en las causas que han hecho que el intelecto humano sea tanto cuantitativa como cualitativamente diferente del resto. Para tratar de explicar el por qué de este hecho, De Pablo plantea la hipótesis de la amenaza intraespecífica.
Desde un punto de vista evolutivo, tal y como explica el autor, si entre los ancestros del homo sapiens, los más inteligentes, dotados de mayor cerebro, dejaban más descendientes, es lógico que la inteligencia y su órgano biológico, el cerebro, fueran creciendo de generación en generación. Pero ¿cuál fue el factor de selección involucrado en el crecimiento cerebral e intelectual del hombre? partiendo de la suposición de que el principal competidor del hombre son los demás hombres, y que como los demás carnívoros que cazan en grupo, defienden su territorio grupalmente expulsando o matando sus competidores, De Pablo concluye que se generó una espiral de violencia donde la inteligencia era el arma principal. Los conflictos se resolvían mediante el combate con armas/herramientas sobreviviendo solamente los grupos compuestos por individuos más desarrollados intelectualmente. Este mayor desarrollo les permitiría, además de disponer de las mejores armas, una mejor organización social, una mayor capacidad de organización y planificación y una mejor capacidad de planificar y prever las respuestas del enemigo. En resumen, lo que plantea la hipótesis de la competencia intraespecífica es que el cerebro humano se desarrolló para poder competir con otros grupos humanos que poseían un cerebro semejante, donde cualquier ventaja, por mínima que fuera, fue decisiva.
¿Presiones ecológicas?, ¿interacciones sociales y de grupos?, tal vez, como señalan algunos autores, lo más probable es que el desarrollo de la inteligencia se deba a una interacción de los dos factores. Desde esta perspectiva, cuando la comida es un bien escaso y disperso, el reto de conseguirla puede favorecer el desarrollo de la inteligencia, no sólo por la dificultad de su búsqueda, sino porque los miembros del grupo deben cooperar entre ellos, y a su vez, competir con otros grupos para poder obtenerla. Es decir, los grupos formados por individuos con una mayor capacidad intelectual tendrían una mayor probabilidad de éxito en la lucha por unos recursos limitados, favoreciendo su supervivencia y, en consecuencia, su capacidad reproductiva.
Después de muchos años de investigación y de una gran cantidad de conocimiento acumulado, el origen de la inteligencia humana sigue siendo un tema abierto a debate. Las futuras investigaciones serán las encargadas de continuar arrojando luz sobre los factores que causaron el desarrollo del cerebro humano, un órgano biológico que sustenta la principal característica que nos diferencia de las otras especies: la inteligencia.