viernes, 27 de mayo de 2011

El origen de la inteligencia humana (y II)

En el estudio del origen de la inteligencia humana, existe una perspectiva teórica desde la que se considera que la necesidad de una gran inteligencia para la supervivencia y la reproducción, estaría relacionada más con las interacciones sociales y grupales que con las presiones ecológicas. Entre las hipótesis planteadas desde este enfoque, encontramos dos que podrían considerarse complementarias y que pueden servir como muestra de esta orientación teórica: la hipótesis de la función social de la inteligencia (Humphrey) y la hipótesis de la competencia intraespecífica (De Pablo).

Que los primates poseen, tanto a nivel práctico como creativo, una inteligencia superior a las demás especies es un hecho avalado por los resultados obtenidos en una gran cantidad de estudios. Pero cuando se analizan los problemas a los que se enfrentan diariamente se observa que la gran mayoría de ellos podrían resolverse sin recurrir a esa inteligencia superior. Puesto que no es lógico que la selección natural favorezca capacidades que se van a malgastar por falta de uso, la explicación del desarrollo de estas capacidades tan sofisticadas no parece que sea simplemente la solución de problemas prácticos.

Lo que sostiene la hipótesis de la función social de la inteligencia es que la solución de los problemas sociales es la función original de las capacidades mentales de los primates, de las cuales se derivan, en términos evolutivos, todas las demás aplicaciones de la inteligencia. Según Humphrey, los primates sociales tienen que ser animales calculadores por la exigencia de la propia naturaleza del sistema que ellos mismos crean y mantienen. Tienen que ser capaces de calcular las consecuencias de sus propias acciones, la probable conducta de los otros, el balance de ventajas y pérdidas, y todo ello en una serie de situaciones ambiguas y cambiantes. Por tanto, sería el manejo de este tipo de situaciones el que requiere unas habilidades intelectuales de nivel superior.

Si bien la hipótesis de la función social ofrece una explicación plausible del desarrollo de la inteligencia en los primates, no profundiza en las causas que han hecho que el intelecto humano sea tanto cuantitativa como cualitativamente diferente del resto. Para tratar de explicar el por qué de este hecho, De Pablo plantea la hipótesis de la amenaza intraespecífica.

Desde un punto de vista evolutivo, tal y como explica el autor, si entre los ancestros del homo sapiens, los más inteligentes, dotados de mayor cerebro, dejaban más descendientes, es lógico que la inteligencia y su órgano biológico, el cerebro, fueran creciendo de generación en generación. Pero ¿cuál fue el factor de selección involucrado en el crecimiento cerebral e intelectual del hombre? partiendo de la suposición de que el principal competidor del hombre son los demás hombres, y que como los demás carnívoros que cazan en grupo, defienden su territorio grupalmente expulsando o matando sus competidores, De Pablo concluye que se generó una espiral de violencia donde la inteligencia era el arma principal. Los conflictos se resolvían mediante el combate con armas/herramientas sobreviviendo solamente los grupos compuestos por individuos más desarrollados intelectualmente. Este mayor desarrollo les permitiría, además de disponer de las mejores armas, una mejor organización social, una mayor capacidad de organización y planificación y una mejor capacidad de planificar y prever las respuestas del enemigo. En resumen, lo que plantea la hipótesis de la competencia intraespecífica es que el cerebro humano se desarrolló para poder competir con otros grupos humanos que poseían un cerebro semejante, donde cualquier ventaja, por mínima que fuera, fue decisiva.

¿Presiones ecológicas?, ¿interacciones sociales y de grupos?, tal vez, como señalan algunos autores, lo más probable es que el desarrollo de la inteligencia se deba a una interacción de los dos factores. Desde esta perspectiva, cuando la comida es un bien escaso y disperso, el reto de conseguirla puede favorecer el desarrollo de la inteligencia, no sólo por la dificultad de su búsqueda, sino porque los miembros del grupo deben cooperar entre ellos, y a su vez, competir con otros grupos para poder obtenerla. Es decir, los grupos formados por individuos con una mayor capacidad intelectual tendrían una mayor probabilidad de éxito en la lucha por unos recursos limitados, favoreciendo su supervivencia y, en consecuencia, su capacidad reproductiva.

Después de muchos años de investigación y de una gran cantidad de conocimiento acumulado, el origen de la inteligencia humana sigue siendo un tema abierto a debate. Las futuras investigaciones serán las encargadas de continuar arrojando luz sobre los factores que causaron el desarrollo del cerebro humano, un órgano biológico que sustenta la principal característica que nos diferencia de las otras especies: la inteligencia.

domingo, 22 de mayo de 2011

El origen de la inteligencia humana (I)

La inteligencia es un concepto difícil de abordar ya que existen múltiples definiciones desde múltiples perspectivas. Pero a pesar de todo hay ciertos aspectos sobre los que hay acuerdo (o al menos debería haberlo): 1) la inteligencia está basada en una estructura biológica, el cerebro; 2) tiene una función biológica, la adaptación; y 3) manifiesta su existencia en la conducta.

Es por ello que el estudio del origen de la inteligencia humana conduce necesariamente al estudio de las circunstancias que favorecieron un desarrollo cerebral único en la naturaleza. Pero ¿qué hace que nuestro cerebro sea tan especial?

En primer lugar su tamaño. Entre las medidas que permiten la comparación de distintos grupos de animales, probablemente la más utilizada (aunque no necesariamente la mejor) es el Coeficiente de Encefalización (CE). El CE es la relación que hay entre el peso medio del encéfalo de una especie determinada y el que cabría esperar de acuerdo con su peso corporal, siendo su valor esperado 1. Para nuestra especie el CE estaría entre 6 y 7 (dependiendo de la fuente consultada), lo que significa que nuestro encéfalo es más de seis veces más grande de lo que le correspondería por su peso corporal.
En segundo lugar su gasto energético relativo. Utilizando el porcentaje de la tasa metabólica basal que corresponde al cerebro como medida comparativa, se ha encontrado que el cerebro de ratas, gatos y perros gasta el 5% de la energía total, el de los monos  rhesus consume el 10% y el cerebro humano el 20% (el 60% en un recién nacido) lo que supone una enorme inversión energética.
Y en tercer lugar el desarrollo de la neocorteza. Comparando el cerebro humano con el de otros primates a través de mediciones de la estructura cortical, se calculó que el volumen de la neocorteza humana es 3,2 veces mayor que el volumen esperable para los primates no humanos en general, y casi 3 veces mayor que el esperable para un chimpancé del mismo peso corporal. Este dato se considera especialmente relevante ya que en la neocorteza se encuentran localizados los circuitos neuronales implicados en las funciones cognitivas superiores (lenguaje, percepción, planificación, etc).

¿Cuáles son las causas de estas diferencias? Desde una perspectiva científica, el punto de partida para su estudio es la teoría de la evolución por selección natural de Darwin. Uno de los principios de esta teoría establece que, ante unos recursos limitados, los individuos que porten rasgos que permitan afrontar mejor las condiciones adversas del entorno tendrán más posibilidades de sobrevivir y reproducirse, pasando estos rasgos a las siguientes generaciones. Partiendo de este principio se deduce que la inteligencia humana, y el cerebro que le sirve de base, surgieron y se propagaron porque proporcionaban ventajas adaptativas y reproductivas a sus portadores, en detrimento de los congéneres no tan bien dotados intelectualmente. En consecuencia, se trata de investigar cuáles fueron las exigencias a las que se vio sometido el ser humano que hicieron que un cerebro de estas características supusiera una ventaja.

Algunos de los factores que se han relacionado con el proceso de encefalización parece que, más que ser una causa, permitieron establecer unas condiciones adecuadas para un posterior desarrollo de dicho proceso. Este es el caso del cambio en el sistema digestivo ligado a un cambio en la dieta y la bipedestación. Es conocido que la incorporación de proteínas de origen animal hizo más nutritiva la dieta, lo que favoreció el desarrollo cerebral, pero son múltiples los ejemplos de animales con hábitos alimenticios similares y ninguno ha alcanzado nuestro nivel de encefalización. En cuanto a la bipedestación, si bien caminar erguidos permite sostener un mayor peso craneal, antepasados bípedos del hombre que sobrevivieron varios millones de años no llegaron a tener un cerebro mayor que el de un chimpancé.

Más probable parece que otros factores, como el uso de herramientas y la adaptación para la caza grupal de grandes presas, supusieran una ventaja para los individuos con “mejores” cerebros. La liberación de los brazos, otro efecto de la bipedestación, permitió el desarrollo de habilidades manuales que son todo un síntoma de la aparición de cambios significativos tanto en el tamaño como en el funcionamiento cerebral. Por su parte, la caza en grupo implica que sus miembros deben tener la capacidad de planificar el ataque, de coordinarse y de comunicarse entre ellos. Parece lógico pensar que los individuos con un mejor dominio de estas habilidades obtuvieron ventajas adaptativas y reproductivas, permitiendo que sus genes pasaran a la siguiente generación. Siendo todo esto cierto, la capacidad de utilizar herramientas e incluso de fabricarlas se da tanto en los homínidos extinguidos como en los chimpancés. Y tampoco es exclusiva del ser humano la capacidad de cazar en grupo, los cánidos (lobos, perros salvajes, etc.) e incluso los chimpancés utilizan estrategias de caza similares.

En general, cuando se analizan las presiones ecológicas a las que fue sometido el ser humano, no parecen significativamente diferentes a las sufridas por otras especies. Entonces, ¿Por qué el hombre fue el único que necesitó desarrollar un cerebro de ese tamaño y con ese gasto energético?
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